El evangelista nos habla de vivir una experiencia diferente: Subir con Jesús a lo alto de una montaña. Levantar nuestro espíritu y mirar la vida desde un horizonte más elevado y no dejarnos arrastrar por la rutina y la inercia que tiran de nosotros hacia abajo.
El relato nos dice que mientras Jesús «ora», el aspecto de su rostro cambia. Los discípulos que están orando con él, comienzan a verlo de otra manera. Es Jesús, su maestro querido de siempre, pero en su rostro comienzan a contemplar el destello de algo nuevo.
Los discípulos no parecen entender gran cosa. Están aturdidos y Pedro propone hacer tres tiendas, una para cada uno, quedándose en el bienestar del momento, sin captar la novedad de Jesús y sin darse cuenta que Jesús quiere que bajemos a la realidad cotidiana.
Una voz sale de una nube: Éste es mi Hijo, el escogido; escuchadle a Él. No escuchéis a Moisés o Elías, escuchad a Jesús. Sólo Él es el Hijo. Escogedle a Él porque es el elegido por Dios.
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