El evangelista nos habla de la sorpresa de Jesús al llegar, tras un largo viaje, al ansiado Templo de Jerusalén. La imagen no es la que esperaba ver. Un templo convertido en un mercado.
Y muchas veces nos comportamos igual, ya que en muchos casos la religión se ha convertido en un negocio, y no nos damos cuenta que a Dios no se le puede comprar. Ese tipo de comunidad no es lo que Dios quiere para nosotros. Ahí no entra la comunidad de Jesús.
Si pensamos en qué iglesia es la que querría Jesús para nosotros y a la que pudiéramos llamar, con todo el sentido, Casa de Dios, seguramente tendríamos que empezar preguntándonos qué comunidad queremos ser y cómo queremos vivir el Mensaje de Jesús.
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