La vida monótona de cada día nos arrastra y hacemos oídos sordos a todo lo que nos rodea. Las tareas cotidianas consumen nuestro tiempo y sentimos que no llegamos a todo lo que queremos hacer.
No nos paramos a pensar, ni vemos o escuchamos realmente el mundo que nos rodea.
Sin darnos cuenta, nos podemos encerrar en un mundo propio y no escuchar nada fuera de nosotros mismos.
Jesús nos llama la atención sobre el peligro de aislamiento que supone alejarse de los demás. Nos incita a interiorizar sus palabras y que nos demos cuenta de la necesidad de encontrarnos con su voz sanadora que nos hable al corazón y nos devuelva a un mundo abierto a los demás.
Jesús nos habla al corazón y nos dice: “Effetá” – Ábrete.
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