Cada semana, unimos la Palabra y el canto para ayudar a profundizar en la Oración.
Los cascabeles nos llaman a la oración y nos recuerdan la Alegría del Evangelio.

2019/09/24

Ciclo C Domingo XXVI del Tiempo Ordinario (CTOR26)
...en tu puerta

Jesús habla hoy al corazón de los fariseos, “que son amigos del dinero”, nos dice Lucas en los versículos anteriores al texto de hoy y que acababan de oír las palabras del Maestro: “no podéis servir a Dios y al dinero”. Y Jesús decide citarles en su propio entorno emocional.

Si en otras ocasiones pone a su Abbá en el centro, hoy lo deja de lado (aunque siempre esté en el fondo de su mensaje), para evocar a Abrahán , a su “seno”, al abismo… términos que les eran muy cercanos. “Juguemos en vuestro terreno” parece decirles.

Seguimos a vueltas con el uso adecuado del dinero, hoy desde la omisión: la falta del rico de nuestra historia no es otra que no reparar en las necesidades de los que están a su puerta y la respuesta de este “Abrahán”, tan dura como el corazón de los fariseos a los que se dirige.

Y tú, ¿Qué haces con los “Lázaros” de tu puerta?


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2019/09/16

Ciclo C Domingo XXV del Tiempo Ordinario (CTOR25)
Y tú, ¿A quien sirves?

Jesús nos dice que no podemos servir a dos amos y nos pregunta ¿tú a quién sirves, a Dios o al dinero? ¿Hacia dónde estás dirigiendo tus preocupaciones de cada día? ¿Qué lugar ocupa la riqueza en tu corazón?

Llama la atención la celeridad con la que el administrador de la parábola se pone a trabajar, en su propio beneficio. ¿Tenemos la misma astucia y rapidez cuando se trata de trabajar en beneficio de los demás?

Puede ser que el administrador esté calculando su beneficio en la administración y con su parte habla con cada uno de los deudores de su amo, Nosotros, ¿a qué dedicamos “nuestra” riqueza? ¿Cómo la administramos?

Somos administradores de nuestra vida, y por ello, nuestra relación con los demás se basa en nuestras prioridades. ¿Cuáles son? ¿Somos de fiar en lo mucho o en lo poco?

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2019/09/09

Ciclo C Domingo XXIV del Tiempo Ordinario (CTOR24)
¡Misericordia! Una palabra que cambia el mundo

¿Habéis pensado, dice el padre Francisco, en la paciencia que tiene Dios con nosotros? Siempre nos espera, nos comprende, nunca se cansa de esperar.

La parábola del padre misericordioso, habla de un padre y sus dos hijos, y nos hace conocer la misericordia infinita de Dios. Empecemos por el final, por la alegría del padre, que dice: “Mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y le hemos encontrado”. Nunca dejó de esperar a ese hijo que había hecho de todo, su misericordia es incondicional, y es evidente mucho antes de que el hijo llegue a hablar.

El hijo regresa arrepentido porque sabe que se ha equivocado y lo reconoce, sólo necesita el abrazo de su padre. El hijo mayor también tiene necesidad de descubrir el amor del padre, el siempre ha estado en casa, pero sus palabras no reflejan ternura, piensa solamente en sí mismo, se jacta de haber permanecido siempre con el padre, pero a pesar de ello, nunca ha hecho una fiesta para él. Pobre padre, un hijo se había ido, y el otro nunca había estado cerca. Esta parábola nos enseña que todos tenemos necesidad de entrar en la casa del padre para participar de su alegría en la fiesta de la misericordia y la fraternidad (del Papa Francisco).

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2019/09/04

Ciclo C Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (CTOR23)
¡Mi único bien!

El seguimiento de Jesús es un modo de estar en la vida. Transcurren nuestros días deprisa, con muchas circunstancias que nos dispersan, que nos hacen mantenernos en una cierta superficialidad, ya sea en nuestras relaciones con los amigos o con la familia, en nuestro trabajo y, en definitiva, en nuestro día a día que corre vertiginosamente.

En este momento se nos ofrece un espacio de silencio y de interioridad que nos ayuda a enfocar todo ese conjunto de anhelos y deseos por donde se desarrolla nuestra vida diaria y nuestro trabajo. Aquello que más nos inquieta, las desilusiones, todo lo que parece que constituye nuestro afán y que nos dispersa de nuestro centro en Jesús. Entrar en nuestra propia pobreza y alejar los horizontes mundanos para poder dar un paso, o quizá un salto, más allá.

En el silencio acogemos el abrazo de Jesús. Y, es así como encontramos la paz, que es el fruto de la entrega incondicional.

Deja que tu vida transcurra como un torrente que busca el mar..

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