La contemplación de Jesús y de su misterio nos proyecta hacia una mayor intimidad con Él.
Acogemos esta manifestación de Dios en Jesús, su Hijo Amado, que nos alcanza de pleno en nuestra más profunda interioridad.
Nos abre una puerta a la inmensidad del sentido de nuestra existencia en el encuentro definitivo, pleno y para siempre, con Jesús, nuestro único bien..
Es una llamada a ser de Jesús, en sus pasos, en el latir de su corazón con su sentir; en esa entrega total que le lleva a dar del todo su vida.
Exclamamos también como los apóstoles: ¡Qué bien se está aquí Jesús! Siempre contigo en la vida y en la muerte.
Es nuestra vida un caminar enamorados de Aquél que nos ama más que nosotros mismos. .
Ser y estar siempre con Él. Conectar con lo más profundo de mi existencia.
Necesitamos momentos de intimidad con Él... Aquí... Ahora... En un abrazo profundo de voluntades.
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