¿Es malo atajar cuando caminamos? No lo parece, al menos a priori. Es más que razonable, si encontramos una alternativa que mejore el tiempo a emplear, la dificultad del trazado o las inclemencias a las que nos enfrentaremos en el transcurso de la marcha.
Sin embargo, los “atajos” que se ofrecen a Jesús hoy en el desierto (y al hombre desde que el mundo es mundo) tienen un fuerte componente deshumanizador: logros materiales, apariencia pública de gran personaje milagroso y obtención de poder sin límites sobre los demás. Esto es: desenfocar el centro del ser humano: “tener” frente a “ser”.
Jesús, dijo “no”, puso todos sus anhelos en su Abbá e inició un camino, sin atajos, en pos de la verdad, de la justicia… De la reivindicación, en resumen, del hombre.
¿Cuál es, hoy tu opción como discípulo suyo?
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