Nuestro interior está lleno de ruido. Muchas veces no tenemos tiempo de pararnos y escuchar la voz de Dios. El mundo nos arrastra y nos engulle con sus prisas y no nos deja tiempo para nada.
Nos cuesta aislarnos y algunas veces pensamos que es necesario subir a lo alto de la montaña para poder hacer el silencio a nuestro alrededor y escuchar a Dios en nuestro interior.
La experiencia de Dios no se siente en el ruido, respira profundamente el aire de la montaña y vamos a silenciar el ruido a nuestro alrededor y poner el oído y escuchar que Dios nos dice “Este es mi Hijo, el amado. mi predilecto, Escuchadlo”. Y la voz de Jesús nos dice, “Levantaos, no temáis”.
Y sentimos, en el silencio, la cálida voz de Jesús que nos tranquiliza, nos llena de paz y nos ayuda a bajar la montaña para volver a la vida cotidiana, con paz en el corazón y sintiendo a Dios en nuestro interior.
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