Jesús postula para sus discípulos una "justicia mejor" (el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios). Para ello reinterpreta la ley, recuperando la voluntad originaria del Padre, jerarquizándola desde el criterio del amor (a Dios y a los hombres) y radicalizándola.
Esta radicalización es una incitación para ir más lejos en la observancia de lo esencial de la ley (el precepto de no matar: el insulto, la descalificación...van matando poco a poco). Jesús nos invita, a quienes queremos seguirle, a hurgar, discernir y profundizar en las raíces, allí donde se fraguan los deseos y se traman los mecanismos que camuflan los autoengaños que acabarán convirtiéndose en actos dañinos.
Su lenguaje simbólico y provocativo es, más bien, la indicación de una dirección a tomar, que la orden para seguir unos comportamientos concretos. Sus orientaciones apuntan siempre al horizonte del "más", en el que no caben los cálculos acomodaticios ni el simple cumplimiento externo. Jesús descubre que la ley no es el fin, sino un medio para llegar al fin. Recuerda "ama y haz lo que quieras"...
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