Cuando nos encontramos ante esta figura de María, su delicadeza nos traspasa.
Sentimos también su vulnerabilidad y la interiorización de su dolor.
Sufrió agresiones vandálicas y daños severos en el extremo de su nariz..
Como ella vivimos a la intemperie y la fe nos da fuerza, aunque estemos expuestos a multitud de ataques a nuestra profunda personalidad como cristianos, viviendo en un mundo incierto y, con frecuencia, con ideas contrarias a nuestras vivencias de fe.
Así, miramos a María atacada y dañada, pero que no dejó de sostener entre sus brazos a Jesús yacente, que lo había entregado ya todo.
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