Cristo está vivo y permanece en cada uno de nosotros dándonos vida y sanando todas nuestras dificultades, preocupaciones, contradicciones, dolores y sufrimientos que compartimos con los demás que sufren.
Todo ello se hace camino con Él, paso a paso, sostenidos por la ternura con la que nos mira y nos conduce hacia la presente eternidad con el Padre.
Allí con todos nuestros hermanos que aquí y ahora viven en su presencia y nos acompañan en nuestro fugaz y seguro caminar.
Sabiéndonos así, queridos profundamente por Jesús y sanados en su corazón, nos abrazamos a Él y, como el leproso curado que narra el Evangelio, le devolvemos la mirada y le damos las gracias por sabernos suyos.
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