Hoy asistimos a un cambio radical de actitud entre los que escuchan el mensaje de Jesús, pasando de la aprobación entusiasta (cuando se dirige en genérico a la audiencia), al odio asesino, (cuando interpela directamente al corazón de cada uno de ellos y les enfrenta a su propia historia).
Nuestra sociedad no necesita llegar a ese extremo de violencia explícita. Nos hemos rodeado de distracciones, que nos permiten desconectar con precisión cuando algo se vuelve incómodo. No nos hace falta cuestionarnos si la llamada de atención va o no con nosotros o si los de fuera merecen los mismos derechos que los de dentro.
Con encender una pantalla basta. ¿No?
¿Hasta cuándo piensas seguir así?
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