Los cielos se han rasgado y nos adentramos en la profundidad de nuestra existencia ante la contemplación del misterio de Jesús, Hijo amado del Padre en el Espíritu de Dios que lo penetra.
Es el momento en que Jesús se hace uno con nosotros asumiendo nuestra humanidad.
Jesús ha querido formar parte de nuestra historia.
Realidad a veces muy dañada por los olvidos de nuestros mayores, padres que dejamos solos, en un abandono vivo, lleno de falta de cariño. Niños que trabajan sin vivir la alegría de la infancia y la creatividad de los juegos. En la puerta de al lado se puede vivir una verdadera necesidad, y nos mantenemos ignorantes.
Cada uno puede observar su propio entorno y su intimidad para que Jesús y su buena noticia crezcan a su alrededor.
Una vida nueva brota en Jesús. Nos hacemos cauce de ese torrente interior para difundir que Dios está con nosotros y Él abraza nuestra historia. Somos profundamente amados.
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