Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios e inmediatamente nos recuerda que tenemos que “Preparad el camino al Señor. Allanad sus senderos”.
El Evangelio de Marcos comienza con una invitación a caminar, pero no por caminos fáciles ni transitados. Los caminos del Señor no son autopistas, ni las calles que llevan al Templo, se trata de pequeños, y a veces tortuosos, senderos que nos cuesta seguir, pero esos senderos estrechos y abruptos, por los que se va despacio, permiten escuchar al propio corazón y fijarse en lo que hay alrededor.
La Voz surge en el desierto, un lugar de silencio, donde nada nos puede distraer de escuchar esa Voz en nuestro interior. Y nos invita a caminar despacio, despejando el camino, haciéndolo más fácil para los demás. Es un buen lugar para convertirse a la Buena Nueva de Dios.
El camino es largo, unas veces más fácil y otras más difícil, y permite ir a cada uno a su ritmo, con avances y retrocesos, con dudas e inseguridades y otras veces con certezas, pero siempre hacia adelante. Lo importante es caminar y no detenerse. Hay veces que el camino se pierde, pero en el silencio del desierto, podemos encontrarlo o abrirlo de nuevo, y dejar que Dios llegue hasta nosotros.
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