Pocos Evangelios son tan directos y claros como el de las Bienaventuranzas. En él, la plenitud del Amor del Dios se plasma en una hoja de ruta ante la vida que supone una alternativa al tradicional sálvese quien pueda, a la ley del más fuerte, al ojo por ojo y diente por diente. Es una llamada a la acción, una síntesis de cómo debe ser el comportamiento de un buen cristiano. Pero es también la demostración de que, incluso en los momentos de flaqueza y debilidad, Dios está junto a ti, caminando a tu ritmo, queriéndote y derrochando esperanza. Las Bienaventuranzas nos revelan la promesa que el Buen Padre nos hace de que vale la pena luchar por el Reino, porque solamente intentando construirlo lograremos la felicidad verdadera.
Este fin de semana celebramos además la festividad de Todos los Santos. Ellos, sin duda, vivieron plenamente esa nueva Alianza e interceden por nosotros desde la compañía de Dios para que seamos realmente bienaventurados.
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