Hoy nos reunimos para cerrar un curso en el que hemos puesto en común muchas vivencias, ilusiones, problemas, dudas, preocupaciones y también alegrías. Hasta la primera semana de septiembre no nos volveremos a encontrar, pero durante este verano llevaremos en nuestro corazón el bagaje acumulado cada miércoles.
La lectura nos recuerda lo cansados que estamos a final del curso y que necesitamos vacaciones. Sin embargo ese cansancio se debe a que hacemos cada vez más cosas en menos tiempo, vivimos acelerados y, claro, necesitamos parar. Sin embargo las vacaciones no sirven para desconectar, porque al volver retornaremos a la vida cotidiana y seguiremos con las mismas prisas de siempre.
Jesús nos dice: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Habla para la gente sencilla, que le entendía y se sentía acogida por Él. También se dirige a los que sienten la religión como un peso, los que viven tan agobiados que no pueden sentir la alegría de la salvación. El encuentro con Jesús supondrá un descanso inmediato: «Yo os aliviaré».
Sin embargo, los «sabios y entendidos» no comprenden nada. Tienen su propia visión de Dios y no aprenden nada nuevo. Su corazón endurecido les impide abrirse a la salvación.
Necesitamos replantearnos la vida que llevamos, vivir más despacio, de manera más humana, y decidir si estamos en el lado de los sencillos o, en el lado de los “sabios y entendidos”.
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