Vivimos en una sociedad en la que no se acostumbra a estar pendiente de los demás. Tenemos nuestra familia, nuestro trabajo, nuestros amigos y en este mundo cerrado y sin tiempo, es difícil relacionarse unos con otros.
Además, las relaciones que se establecen a través de las redes, nos hacen creer que estamos más comunicados, cuando en realidad sabemos cada vez menos de los que tenemos cerca.
También pensamos que lo habitual es el intercambio, si hacemos algo por otro, nos preguntamos: ¿En qué nos beneficia? ¿Qué vamos a obtener a cambio?
Hoy Jesús nos dice que si amamos a los que nos aman, ¿Qué mérito tenemos?
El amor es desinteresado, así como la amistad, la acogida a los demás, la solidaridad, son modos de relacionarnos en los que no esperamos nada a cambio, aunque muchas veces recogemos más que damos. Si no compartimos, tampoco recibimos.
En las relaciones también surgen problemas, y muchas veces lo inmediato es devolver mal por mal, perdonar es muy difícil, nos cuesta mucho y para restablecer la convivencia necesitamos la experiencia del perdón y la voluntad de perdonar.
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