En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Un gesto que, por frecuente, corremos el riesgo de restarle atención.
Es la señal de nuestra fe; el resumen de nuestro credo; la señal de nuestro agradecimiento.
Un gesto que hacemos nuestro, que es demostración de que nos sentimos enviados al mundo a ser evangelio, a ser buena noticia para el otro, sea quien sea. Un signo que nos compromete a actuar:
- En el nombre del Padre que nos ama desde el comienzo,
- En el nombre del Hijo que nos ha enseñado a sentir ese amor del Padre,
- En el nombre del Espíritu Santo que nos impulsa y nos fortalece.
Es la señal de nuestra intención de unirnos a esa Trinidad. De formar parte de ella desde Jesús, en Jesús.
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