El evangelista, en un primer momento, nos describe la comunidad en la que falta Jesús; en ella, es de noche (no hay luz, porque está ausente Jesús); las puertas están cerradas (la comunidad está atrancada, ensimismada); el miedo sobrecoge y paraliza. Pero Jesús resucitado se presenta y se pone "en medio de ellos". Se convierte en el centro, el punto de referencia de la comunidad. Y solamente cuando la comunidad está centrada en Jesús puede recuperar la paz, superar sus miedos, llenarse de una intensa alegría, sentir el aliento (soplo) de Jesús sobre ella, abrir las puertas y salir hacia el mundo a prolongar la misión del Maestro.
Debemos empeñarnos en que Jesús sea el centro de nuestras vidas y de nuestras comunidades: su persona, sus criterios, sus valores, sus preferencias. Entonces, la comunidad tendrá vida y sabrá comunicarla, y así se irá pareciendo a esa comunidad primera en la que, por estar el Espíritu del Resucitado "en medio de ella", reinaba la solidaridad afectiva (sentían lo mismo) y efectiva (compartían los bienes)..
No hay comentarios:
Publicar un comentario