¿Habéis pensado, dice el padre Francisco, en la paciencia que tiene Dios con nosotros? Siempre nos espera, nos comprende, nunca se cansa de esperar.
La parábola del padre misericordioso, habla de un padre y sus dos hijos, y nos hace conocer la misericordia infinita de Dios. Empecemos por el final, por la alegría del padre, que dice: “Mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y le hemos encontrado”. Nunca dejó de esperar a ese hijo que había hecho de todo, su misericordia es incondicional, y es evidente mucho antes de que el hijo llegue a hablar.
El hijo regresa arrepentido porque sabe que se ha equivocado y lo reconoce, sólo necesita el abrazo de su padre. El hijo mayor también tiene necesidad de descubrir el amor del padre, el siempre ha estado en casa, pero sus palabras no reflejan ternura, piensa solamente en sí mismo, se jacta de haber permanecido siempre con el padre, pero a pesar de ello, nunca ha hecho una fiesta para él. Pobre padre, un hijo se había ido, y el otro nunca había estado cerca. Esta parábola nos enseña que todos tenemos necesidad de entrar en la casa del padre para participar de su alegría en la fiesta de la misericordia y la fraternidad (del Papa Francisco).
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