¡Cuántas veces asistimos a situaciones en que una persona está condenada previamente!. Se plantean juicios paralelos, en la televisión o en cualquier medio de comunicación.
Las circunstancias de un hecho se comentan con pelos y señales, sin dejar que la persona se defienda. Parece que lo que pudiera decir, no aporta nada, el veredicto está hecho. Y aunque resulte inocente, para todos ya es culpable y su vida queda marcada de por vida.
Parece que no nos importa que la persona quede condenada, humillada, vulnerable y desnuda ante todos. Todos, desde la razón de la Ley nos sentimos seguros, fuertes y no nos fijamos en la impotencia de la otra persona.
Jesús nos pide que antes de hacer nada, miremos en nuestro corazón, que nos pongamos delante de nosotros mismos, y veamos las veces que hemos necesitado perdón.
¿Eres capaz de mirar con ojos limpios los ojos a los demás y poner mirada de misericordia y acoger como quieres ser acogido, o tus ojos son acusadores?
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