Cuando Jesús dice “¿Quién es mi madre, quiénes son mis
hermanos?” no se trata de un rechazo a su familia sino de explicar a sus
seguidores la importancia de convivir.
Había, y hay, que superar los límites estrechos de la pequeña familia y
abrirse a la gran familia, a la Comunidad.
Jesús nos da el ejemplo apuntando hacia la multitud que lo rodeaba:
¡Aquí están mi madre y mis hermanos! Porque todo el que hace la voluntad de
Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Para Jesús lo importante, lo decisivo, lo primordial son
las personas. La pertenencia a una raza,
a una tradición, a un nivel de
desarrollo son aspectos secundarios que no pueden ser utilizados para crear
división ni mostrar superioridad sobre otros pueblos. Todos estamos llamados a
ser hijos de Dios sin discriminación ni diferencia alguna. Será misión de los
cristianos valorar a las personas por encima de todo.
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