Es sábado
y, conforme a la ley, la gente se agolpa en la sinagoga para escuchar las
lecturas y las enseñanzas de los escribas y los maestros de la Ley.
Jesús también es cumplidor de
la ley y también ha acudido, ha hecho una lectura y ha empezado a comentarla.
A medida
que habla crece el interés de los presentes. Lo que cuenta no deja de ser lo
que está escrito en los libros sagrados, pero lo cuenta de una forma totalmente
nueva, de una forma distinta a lo que habían escuchado hasta entonces: Jesús
transmite un mensaje lleno del Espíritu de Dios, Jesús habla desde el profundo
conocimiento de lo que cuenta, habla desde la experiencia personal, habla desde
la coherencia de vivir conforme a lo que explica.
Nosotros, al escuchar a Jesús,
podemos abrir nuestro corazón y hacer nuestro lo que nos va contando a pesar de
que suponga cambiar nuestra forma de ver las cosas, nuestra forma de actuar, o
por el contrario podemos simplemente dar la espalda a su mensaje porque es más
cómodo, porque no supone salir de nuestra zona de confort.
Jesús no ha venido a hablar de
las normas de un Dios lejano, sino que ha venido a llevarnos de la mano hacia
un Dios cuya única norma es el amor, Jesús ha venido a curar.
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