El ser humano puede definirse como buscador. Primero se detecta una insatisfacción y creemos que algo nos falta fuera de nosotros, como cosas: bienes, afectos, placer... pero esto no nos aporta nada estable ni pleno. Así que buscamos en nuestro interior, hacia la Fuente que saciará nuestra sed; esa que brota en lo más profundo de nuestro ser. Ahí buscamos plenitud, felicidad, luz, verdad, quietud, armonía…
"¿Qué buscáis?", le pregunta Jesús a aquellos dos buscadores, hasta entonces discípulos de Juan. Ellos no lo saben explicar, solo lo intuyen. Lo que quieren es "entrar" en el territorio donde vive Jesús y poder transitarlo ellos también.
La respuesta de Jesús es la de un Maestro: “Venid y lo veréis”. Él sabe que esa experiencia tiene que ser personal, que el camino hay que recorrerlo por uno mismo. Jesús no les da más explicaciones, no les exige nada, simplemente los invita a venir y ver.
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