Jesús se queda mirando con cariño al joven rico, cuando le dice que cumple desde pequeño con los mandamientos que se refieren a cómo tratamos a los demás. También a nosotros nos mira con cariño, nos llama, nos invita, nos anima, camina delante de nosotros guiándonos, aunque no nos demos cuenta.
Jesús nos dirige su mirada incitándonos a subir un nuevo escalón para seguirle. Jesús nos mira con la fuerza de su amor y nos pide mirar como mira Él, con bondad, acogimiento y actuar con amor con los demás.
La lectura de Hb 4, 12-13 nos dice que la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
La lectura del Libro de la Sabiduría Sb 7, 7-11, nos dice: Supliqué y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos y a su lado en nada tuve la riqueza.
No la equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro ante ella es un poco de arena y junto a ella la plata es como el barro.
La quise más que a la salud y la belleza y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables.
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