Ojos cegados por la luz…
Oídos sellados a lo externo…
Permiten sumergirnos en el abismo profundo de nuestra existencia.
Donde la vida canta nuestros silencios y el resplandor inunda nuestras oscuridades ocultas.
El silbo del Buen Pastor se escucha con fuerza en la serenidad de nuestras noches, envolviéndonos con su Espíritu en una transparente quietud.
Las palabras de Jesús cobran entonces todo su sentido: EFFETÁ.
Es el Buen Pastor que te llama, te sana y te acoge en sus brazos.
A la escucha del Pastor, tocados en la fe y en esa calma interior, acogemos nuestros sufrimientos, nos ponemos en el camino hacia la luz, con deseo de vivir y abiertos a todos.
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